29 de octubre de 2013

El derecho del orgullo.


Todavía me acuerdo cuando las cosas tenían sentido, cuando no éramos nada; conocidas, a lo mucho. No sé que estaba tratando de hacer yendo a ese lugar. No por mi propia cuenta, ni siquiera fue mi idea; pero nada me pareció más lógico que volverte a ver a ti y de paso a tu trabajo. "Van a pasar su cortometraje, igual no nos vamos a tardar mucho, ¿me acompañas?" Yo no estaba invitada, en realidad no tenía nada que hacer ahí.

Obviamente fui.

Claro que hubo unos cinco cortos antes del tuyo, pasé los momentos más incómodos de mi vida tratando de encontrar lugar y tuve que salir mil veces de la sala y molestar a media cineteca para contestar las llamadas histéricas de alguien quién ya no tiene relevancia alguna en mi vida.
Pero por fin llegó el tuyo, ahí estaba. Lo que más te gusta hacer y yo dándome el lujo de ver esa parte de tu humanidad que sabía me iba a causar muchos problemas emocionales. Rogué en silencio que no me gustara, encontrar ese defecto en tu ejecución intelectual que me hiciera quitarme esa necesidad de tenerte cerca. Cualquier estupidez para recobrar el control sobre mí misma de la manera más egoísta.
Y con la suerte que me cargo, absolutamente nada de eso pasó. No te podría explicar aunque te escribiera toda mi vida, porque exactamente en ese momento fue en el cuál comenzó a perder sentido.
Yo todavía no te había visto, ya no sabía si en verdad lo quería hacer. Pensé que probablemente no era buena idea, igual y era mejor que me fuera, no tenía caso, no estaba lista, no tenía sentido que estuviera ente mil gente que sí te conoce, que sí quieres, que debían estar ahí contigo, igual no me habías visto, no tenías por qué saber que estaba ahí. A estas alturas ya debería saber que la vida no funciona así. Para cuando perdí lo que me quedaba de valor, estabas a mi lado, saliste de la nada, te saludé como si fueras lo más irrelevante de mi vida. Lo cuál debiste de haberlo sido.
Todo se volvió extremadamente confuso después de lo siguiente: a mitad de mi saludo insípido te llamaron hacia el frente: "Directora de fotografía." Se me hundió el corazón tan adentro de la caja torácica que no podía respirar.
La admiración es algo que socialmente es aceptado sentir, pocos saben que es un privilegio tener en donde descansar el respeto que le tienes al trabajo de alguien. El orgullo, por otra parte, es un derecho. El ver al artista y sentir un nudo en la garganta y sobretodo sentirte inmenso a través del cuarto que comparten por el simple hecho de ser una fracción en su vida, es algo que se gana. ¿Yo quien era para estarme desviviendo en felicidad por ti? Yo no había pasado noches sin dormir escuchando tus ideas o lo difícil que fue para ti hacer algo tan importante. Pero no tienes idead de lo que hubiera dado por haberlo hecho. Y con la profunda admiración que te empecé a tener ese día, me hice para atrás, completamente consciente de los límites que me debía imponer. Aún así, parte de mi corazón, inadvertido de su situación jerárquica, se quedo en esa salita de cine, cimentando las bases del profundo amor, aunado a esa admiración y orgullo, que empecé a tener por ti justamente después.

Nada tiene lógica contigo.

23 de octubre de 2013


Si por mi fuera, no te daría ni la luz del día. Qué cosa más fea cuidar tanto algo y ser tú misma la que lo estás lastimando.