Te juro que lo sentía en la cadera, en cómo apretabas mis huesos. Lo sentía en el estómago, en la garganta en la boca; pasaba a mi cabeza por la mano con la que me jalabas el cabello. Era un dolor visceral, como cuando llenas algo hasta romperlo. Era un dolor que aliviaba a otro más grande, más vasto y más profundo.
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